Empezábamos a quedarnos sin tiempo. Era la última semana de febrero y aún no teníamos nada a lo que agarrarnos. Nuestros contratos con la residencia de estudiantes terminaban con el mes y nos veíamos en la calle. Esa semana tocó entonces buscarnos un lugar donde poder vivir en marzo mientras seguíamos buscando piso.
Yo acudí otra vez a wg-gesucht, porque también tienen anuncios de habitaciones en pisos compartidos, buscando las que ofrecían para un mes nada más.
No fue difícil encontrar 4 anuncios a precios asequibles. He aquí un resumen de cómo eran.
El piso de las alemanas
El primero que fui a ver fue un piso en Friedrichshain, en la avenida Frankfurter Alle. Esta calle era la avenida principal de la época de la RDA, con edificios con aspecto exterior de palacios. La avenida tiene una anchura de unos 80 metros, para que los desfiles militares pudieran hacerse a gusto. Subo al piso, y este era una maravilla: limpio, renovado, luminoso, grande. Vivian dos chicas (bastante guapas por cierto), y una iba a irse un mes no se a donde y por eso lo alquilaban. Yo ya les iba a decir que sí, que me lo quedaba. Pero tenía que pasar la entrevista.
Esto de las entrevistas de los pisos son como las de trabajo: que un poquito hay que mentir, pero con la diferencia de que no tienen manera de comprobarlo (me imagino a Juanlu vendiéndoles la moto para actuar mejor). He encontrado muy efectivo contarles dos cosas:
- Que soy español, pero a pesar de ello responsable y ordenado. Les gusta nuestro carácter mediterráneo, pero aberran que seamos ruidosos. Es importante demostrarles que no les vamos a despertar a las 4 de la mañana cantando sevillanas.
- Que estudio ingeniería y quiero hacer mi tesis sobre energía renovables. Técnicamente esto es cierto, y les gusta oírlo.
Bueno, la entrevista iba de pm hasta que me preguntó si comía carne.
Yo: Bueno, pues si que como carne (es que soy omnívoro, ¿sabes?).
Tía que empezó a parecerme un poco rara en ese momento: Uy, pues cuanto lo siento, porque somos vegetarianos.
Tócate los cascabeles. A tomar por culo el piso.
El piso del francés
Esta vez era de un piso de franceses en Kreuzberg, barrio famoso por sus casas antiguas, su ambiente alternativo y los innumerables yonkis que pueblan sus estaciones de metro.
Nada más entrar al piso vi que me había metido en una película de decadencia francesa: botellas por todos lados, suciedad, pintadas extrañas por las paredes. Afortunadamente tengo tolerancia a la mierda, así que hice la vista gorda. Vi la habitación: colchón en el suelo lleno de mierda, muebles llenos de colillas, libros amarillentos desparramados… pero lo mejor estaba por venir. Me suelta el dueño que lo primero que me quiere enseñar es el sistema de calefacción: una estufa de ladrillo a la que hay que ir metiendo carbón cada 2 horas para mantenerla encendida. Había una de estas en cada habitación. Yo flipaba que a estas alturas aún funcionasen con eso. He estudiado demasiado los efectos del CO como para quedarme allí. Le dije que me lo pensaría y dije adiós al franchute. He buscado en internet y era una cosa así:
Los lemmings
Esa misma tarde fui a ver otro piso. Como suele pasar, el más cutre de la calle que era. Pero eso a mí ya me daba igual. Este era de alemanes, y vivían 6 en él. O eso me dijeron, porque desde que llegué no dejaron de salir gente de los cuartos, de un lado y de otro. Pero es que eran gente muy pequeña, no sé si en edad pero seguro en tamaño. El piso parecía como si hubieran dejado unos padres a sus niños demasiado tiempo solos en casa.
La habitación no tenía más que un colchón en el suelo y una guitarra eléctrica en una esquina. Y nada más. Me insistían en que podía dejar la ropa en el suelo, que a ellos no les importaba, que todos lo hacían. Me fui de allí pensando en El Señor de las Moscas, cuando decidían pasarse el turno con la concha.
Los perro-flautas
A este piso me acompañó Jorge. Era otra vez en Kreuzberg y le convencí para que viniera conmigo a pesar de estar reventados de estar todo el día por ahí. No se arrepintió.
Nos abre la puerta un tipo con tomates en los calcetines y un porro en la mano y nos hace pasar a la cocina para la entrevista. El piso estaba sacado de una alucinación de LSD por lo menos: frases escritas en las paredes, olas de colores en el techo, collage hecho con revistas… tengo que reconocer que era origial.
Las preguntas de rigor: cuanto hace que estás en Berlín, te gusta la ciudad, que estudias, etc… Les gustó que estudiara energías renovables, pero me preguntaron: ¿es por idealismo? Y yo les respondí: pues si y no, que tanto me preocupa el futuro energético de la sociedad como el tener qué comer. No sé si entendió mi punto de vista, a fin de cuentas él estudiaba Filosofía Crítica (¿?) y su compañera alguna otra cosa de esas del palo.
La habitación estaba muy bien, eso sí. Pero el colchón, en vez de somier, estaba apilado sobre cajas de madera de fruta hasta una altura de casi un metro. No parecía muy segura que digamos jejeje. Les digo que bueno, que vale, que por mí me la quedo. Y me suelta el colgado: “ya, bueno, pero te tengo que pedir que me dejes tus datos: tu nombre, nº de teléfono y tu orientación política (¿?). Porque, sabes, una vez estuvimos viviendo con un radical del fútbol: solo vestía camisetas de equipos y solo hablaba de fútbol. Estábamos muy asustados. No queremos más radicales en casa”.
En fin, parece que me tocan todos los locos a mí. De vuelta con las manos vacías.
La solución: lo más obvio
Finalmente el lunes fue a las oficinas de la residencia a que me dejaran la habitación un mes más. La señora dudó un poco, pero con una llamada de teléfono a nuestro Hausmeister (el portero) me dijo que ningún problema. Tan solo una cosa me advirtió:
“No more parties”
Al final me he hecho famoso.
PD: Tuve suerte al fin y al cabo. Mi amigo Lucas intentó lo mismo y no le han dejado quedarse en la residencia. Tal fue así, que el pobre le insistió un poco (no le importaba irse a otra habitación, tan solo necesitaba donde vivir en marzo) que la encargada se puso a gritarle en alemán. ¡Qué manera de perder los papeles en 5 segundos! ¡Y solo por insistir un poco! Increíble.
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