viernes, 29 de mayo de 2009

Sage Club

Cuanto tiempo sin escribir en el blog…

Enésimo bar del que escribo en esta bitácora. Esta vez le toca el turno al archiconocido, súper famoso y sobrevalorado “Sage Club”. Veámoslo desde dos puntos de vista diferentes.

El pijo-alternativo

Sage club es una de las discotecas más famosas de Berlín, un lugar al que debes acudir al menos una vez si quieres considerarte en la onda berlinesa. El local es de lo más apropiado: las antiguas instalaciones del metro de una estación aún en funcionamiento: Heinrich-Heine-Strasse U-Bahnhof. Justo antes de salir de la misma, a mano derecha, se encuentra la entrada del lugar, camuflada en una puerta de metal llena de pintadas sin ningún tipo de cartel o señal. Solo la reconocen los que ya han estado ahí.

Tras pasar al guarda y la cool-checker (palabro inventado sobre la marcha, acerca de la persona que se fija si vas vestido acorde con la estética del club) y pagando los 6 € de entrada, descubres uno de los lugares más auténticamente decorados de Berlín, osea. Cuando yo fui tenía abiertas 3 salas, aunque me han dicho que había alguna más con piscina y todo. La primera, a mano derecha, es la sala de conciertos, con barras americanas para que la gente se suba a bailar, zonas de apartados tras cortinas para relajarse, camareros a la última, y una banda, esta vez tocando indierock, muy del palo de Franz Ferdinad.

La segunda sala es la de los auténticos heavies, poniendo música muy alta, en plan System of a Down o Papa Roach. Tenía calaveras por todos lados, un dragón que escupe fuego de verdad y un columpio rojo. Por ahí ya veías gente con cadenas, chupas de cuero y máscaras de luchadores mexicanos. Los típicos heavies, vamos.

Por último, la sala del sótano, donde los surferos como nosotros podemos bailar éxitos de grupos jóvenes como Green Day u Offspring. Molaba bastante, era como “La Momia” pero con gente guay.

En definitiva, amigo surfero, Sage club es tu sitio para disfrutar de tus colegas y del punck rock. Pero ten cuidado, solo deberás ir los jueves.

El heavy

Me llevaban vendiendo el Sage desde que llegué a Berlín, que si un club heavy de puta madre con dragones que escupen fuego y cosas así. Solo me advirtieron que solo podía ir el jueves, porque los viernes y sábados se ponen raritos.

Ya cuando estábamos en la entrada empezamos a sospechar. Primero nos miraron que tal íbamos vestidos. Si fuéramos pijos aun entendería que en un bar heavy te mirasen, pero joder, eso no se le hace a un colega del metal. Lo segundo fue soltar los 6 euracos de entrada. No es que sea raro en Berlín, pero me sigue jodiendo bastante. Pero lo que realmente fue raro raro de cojones era la cantidad de tías que había. ¡Había un montón! ¡Y estaban tremendas! ¿Dónde se ha visto eso en un bar heavy? Algo extraño pasaba en aquel lugar.

Murray

Y es que claro, el sitio estaba bien. La decoración molaba bastante, pero la música no acompañaba. Lo más fuerte que pincharon fue System of a Down. Ojo, no digo que sean malos esos, pero cualquier heavy te partiría la cara por considerar eso como heavy metal. Y es que lo que no puede ser no puede ser. Resulta difícil encontrar un buen garito heavy en la capital mundial del Techno. Jodidos pastilleros.

Ahora, que pedazo de pibas…

En definitiva, seas heavy o no, no te pierdas el ir al Sage Club. Pero cuidado: los viernes y sábados el Sage Club se convierte en el KitKat Club: una discoteca fetichista para la gente que les va tanto la carne como el pescado, de intercambio de parejas, disfraces escabrosos y sexo en público. Si llevas a tu pareja atada con una correa al cuello la entrada es gratis. Ahí lo dejo.

martes, 12 de mayo de 2009

Visita de Ramón

¡Cuánto te habíamos echado en falta, cabrón!

Este jueves pasado se vino de visita el primer Erasmus pródigo, esto es, que se le acabó el chollo, se volvió a España, y no ha durado ni dos meses con el culo quieto allí.

Ramón (alias “Montuno”) me avisó que se venía para mi casa a pasar el fin de semana, pero que se traía bajo el brazo unos regalitos.

Claro, esto nos dejaba en un compromiso. Él venía a revivir sus experiencias del cuatrimestre pasado, pero contando sólo con 4 días. ¿Qué es lo típico que hace un Erasmus?

Número 1: las borracheras en casa sin venir a cuento.

Una de las cosas más típicas del Erasmus es que te venga a visitar a tu habitación un colega que se aburre en su cuarto. Esto, que aparentemente no tiene nada de malo, suele desembocar la mayoría de las veces en una cogorza monumental tras empezar a beber cerveza tras cerveza. En nuestro caso, Ramón se trajo una botella de licor café que, entre tres personas, no duró ni una hora. A las 3 de la tarde estábamos cantando desde mi balcón. Conforme pasó el tiempo, más gente fue viniendo a mi piso: más cervezas, whiskey, Torrente…

La cosa pintaba mal y me los saqué a cenar por ahí. Tengo al lado de mi casa un Biergarten donde sirven pizzas de (atención) 1 metro.

Conversación con la camarera:
Yo: Queremos pedir DOS pizzas de un metro.
Camarera: Uy, que son muy grandes, mejor os pongo una.
Yo: Pero queremos dos.
Camarera: No no, que son muy grandes y os sobrará.
Yo: Que ya, pero que queremos dos, que las vamos a pagar igual.
Camarera: De verdad, que no puedo.
(Nos ponemos a discutir entre nosotros sobre qué hacer, si pedir una o dos)
Camarera: ¡Callaos todos! ¡Os traigo una y punto!

Menos mal que le hicimos caso. Foto de la criaturica:

Pizza de un metro

Número 2: fiestas locas en la resi

El viernes nos fuimos para nuestra antigua resi a ver a los colegas. Antes de llegar, por supuesto, caja de 20 cervezas por si acaso. Por el camino nos encontramos a Arthur (alias “el ruso loco”) y nos cuenta que se ha comprado unos altavoces nuevos, que los veamos.

El cabrón se había pillado dos altavoces de 290 €. Sus 118 dB nos reventaron los tímpanos mientras convertimos su cuarto en una disco improvisada a la que iban acudiendo los demás estudiantes, que a estas alturas aún flipan con nosotros.

Solo decir que no sé a qué hora terminamos.

Número 3: garitos raros.

Si por algo se caracteriza Berlín es por la cantidad y calidad de sitios rarísimos. Una vez más, nos adentramos en lo desconocido. El sábado tocaba Wild At Heart, uno de los bares más míticos de rock y punk de la ciudad. Decoración rocanrolera, gente con cadenas, bolleras heavies dándose el lote y jarras de cerveza nos animaron hasta las tantas acompañados de buenos colegas. Un par de fotos del garito:

Número 4: españoles haciendo el gilipollas

Y es que antes lo he dicho: después de 7 meses los extranjeros aún flipan con nuestra capacidad de hacer el payaso. El domingo fuimos a casa de Lucas, y entre copazos de licor café, calimocho y tortilla de patatas, no fuimos capaces de reprimirnos. Estas fotos explican por qué Lucas ya tiene su primera queja de los vecinos.

Foto ying

Escuadrón Rojo

Y bueno, creo que hemos cumplido con el pequeño Ramón. Yo por de pronto necesito unas vacaciones, que me hago viejo para estar de fiesta 4 días seguidos, semana sí y semana también. Nos vemos mañana!

martes, 5 de mayo de 2009

1º de Mayo en Berlín

Mini anécdota antes del artículo. Ayer, a eso de las 7 de la tarde, me llama mi compañera de piso:

Giana: David ¿Cuándo vuelves a casa?
Yo: Ni idea, estoy con Lucas bebiendo cerveza ¿por?
Giana: Es que Dennis, al irse de casa, ha cerrado con llave y ahora no puedo salir, que no sé cómo se abre por dentro y llevo todo el día encerrada en casa.
Yo: LOL.

Bueno, ya está.

Camaradas, llegó la hora de tomar las calles y tumbar el capitalismo que ahoga las vidas y esperanzas de la clase trabajadora.

Estas palabras, que me acabo de inventar, se oyeron este fin de semana pasado por la celebración del 1 de Mayo en todos los barrios “underground” de la ciudad. Bueno, más bien se oyó esto:

Camaradas, llegó la hora de tomar las calles y tumbarnos a cervezas hasta ahogarnos de alcohol y liarla parda que hoy no trabajamos.

Y es que, según me han contando, hace años Berlín era territorio de batalla el primero de mayo con la movida esta, quemando coches por todas partes y tirándoles piedras a la poli. Se lo pasaban como enanos.

Ahora la cosa ya está un poco más calmada, pero no obstante sigue siendo lugar de reunión en fechas como estas para todos los comunistas, anarquistas, radicales, neo-nazis y demás hijos de vecino que vienen a darse leña entre ellos cuando viene la caló, con la Polizei por medio.

Y no es para broma, ya que según las fuentes podía haber unos 15.000 policías ese viernes.

Pero no todo es combatir el capitalismo. En el histórico barrio de Kreuzberg dieron un paso más y decidieron que eso de las manifas está muy bien, pero que lo qué realmente molan son las “Outdoor Raves”. Después de una cena con productos típicos de la piel de toro en casa de mi vecino Antonio, nos fuimos para allá, que la cosa prometía.

Y tanto. Las Outdoor Raves (que es el nombre guay de las disco-móviles de toda la vida) estaban por doquier, con gente híper borracha de lado a lado, más metidos que pá qué. Y todo rodeado por el 7º Regimiento de Caballería de la Polizei. No bromeo, a lo largo de más de 1 km de calle SOLO había coches de policía aparcados, uno detrás de otro. A los 50 dejé de contarlos. Y todos bien vestidicos: con su chaleco, su porra y sus cascos blancos con visera. La leche oiga.

En fin, una locura de día. Me comentaron que yo solo vi la punta del iceberg, pero que durante todo el día, entre manifa y manifa, hubo conciertos, mas disco-móviles y mil cosas más. ¿Quién se apunta a aprenderse la Internacional en alemán para el año que viene?

Palacio de Charlottenburg

El otro día fui a darme un paseo por el Palacio de Charlottenburg. Mientras andaba entre flores y tías en bikini tomando el sol me acordé de cuando estuve aquí, hace ya casi dos años. Volvamos atrás en el tiempo.

Julio de 2007. Viaje de Interrail con el Presi y Pablo, que sigue aguantando las boludeces de Juanlu con estoica paciencia. Nuestra tercera ciudad de visita: Berlín. Durante el día de ayer nos dedicamos a andar por los sitios más turísticos de la ciudad como la Puerta de Branderburgo y el Reigstag. Hoy hemos estado dando una vuelta por el Charlie Checkpoint con unas chicas que conocimos ayer irlandesas muy majas y luego fuimos al palacio de Charlottenburg, ya que Pablo insiste en que es una de las joyas de la ciudad.

El palacio fue construido a finales del siglo XVII por encargo de Sophie Charlotte, esposa del príncipe Federico III. Decidió hacerse un chalecito de medio kilómetro de largo para ir en verano a saber a qué, pero nada bueno seguro. Durante la segunda guerra mundial se quedó un poco tocado por las bombas, pero fue reconstruido por los ingleses, ya que les quedaba en su zona. El complejo cuenta con el palacio en sí, el jardín real, un lago (sin monstruo) y el belvedere, que por más vueltas que dimos no lo encontramos. También tiene alguna que otra cripta por ahí para que no se les escapen los zombis.

Y nada, por allí nos dimos una vuelta mientras Juanlu iba pensando en usos para el lugar si al final se decidía a conquistar Alemania. Estaba emocionadico el pobre. Yo mientras me volvía loco porque había perdido el mapa que llevaba y no estaba muy seguro de cómo volver al albergue. Casualmente, al irnos del sitio, volvimos a pasar delante de la fachada en la que nos estuvimos haciendo fotos y encontramos el mapa en el suelo. Son tan honrados los alemanes que ni viendo un mapa usado en el suelo se lo llevan.

Fue un gran día, pero unos elegidos sabíamos que lo mejor de aquel día estaba por llegar al caer el sol.