martes, 29 de junio de 2010

Qué de vueltas da la vida

Querido niñato forrado de pasta que no le importa pagar 9 euros por un cubata de garrafón aguado, que con tus amigos jodiste tantos buenos y baratos sitios para salir. Siempre a la espera de que los garitos se volvieran populares para inundarlos con tu persona, tu dinero de papá y tus amigas con complejo de modelos de Cibeles emperifolladas hasta las cejas. Tantas veces me miraste por encima del hombro dentro de un bar...

Eres una buena víctima de los dueños de discotecas saca-perras. Y cada vez sois más, se ha puesto de moda. Yo, debo de admitirlo, también me dejé influir, pero tanto tú como yo sabíamos que no encajaba. En efecto, tuve que sufrir las miradas indiscretas de los tuyos. Hasta ahí todo iba más o menos bien, lo podía tolerar.

No pienses que estoy enfadado contigo por eso, ni mucho menos. Tú deberías ir a tu aire, y yo al mio. Pero cuando hablo contigo, no paras de pavonearte de esos sitios tan de moda y exclusivos a los que vas. Y yo, que me considero una persona educada, intento por todos los medios indirectos que la conversación no se convierta en un monólogo sobre la decoración del bar, los personajes famosos que van o la indumentaria millonaria de los insipiduos asistentes.

No obstante, debo reconocer que me picó la curiosidad. Mentiría si dijera que no me atraen en absoluto. Pero cuando empezaron a no dejarme entrar en algún lugar por no ir vestido según el canon, cuando me pidieron desalojar la mesa de algún bar por estar tomándome sólo una cerveza, y otras cosas similares... bueno, eso comenzó a tocarme las narices. Pero aquel día que me calentaste la cabeza con aquella maravillosa discoteca, madre de todas ellas, cometí una debilidad: quise ir contigo. Y aunque podrías habértelo ahorrado, lo tuviste que decir “No creo que te dejen entrar”. Conseguiste que se me fueran las ganas. Pero luego viniste a Berlín.

Y no sabes lo que me alegré de que se hallan vuelto las tornas. Porque aquí he visto lo nunca visto, y es ver no dejar entrar a tu grupo por ir “bien vestidos”. No daba crédito.

¡Deja de quejarte! Serás bienvenido la próxima vez, pero debes seguir las mismas reglas del juego. Deja la camisa en casa y ven a pasar un buen rato con nosotros, que hay sitio para todos. No vengas con tu polo de Ralph Lauren a mis bares y yo no iré con zapatillas al Box at the Beach. Y no te quejes de que Berghain, Bar 25, Panorama, el SO36, Cassiopea y tantos otros sean los bares más populares de Berlín. Aprende, como aprendí yo, que cada uno tiene su lugar, y todos podemos ser felices, con nuestra música, nuestros clubs y nuestras cervezas/cubatas de Johnny Walker pure malt con coca-cola. Yo no tengo la culpa de que aquí no acepten a los schickimicki.

Déjame decirte una última cosa: tu cara de frustración, a la entrada del bar más popular de Berlín, con el segurata señalándote la salida tras 3 horas de amarga cola, la tengo grabada a fuego. Seguro que eso no te lo contó la dependienta de Dolce&Gabbana cuanto pasaba la oro de mamá. ¡Ay amigo mio! ¡Al final lo del Karma va a ser verdad y todo!

Tal vez con este post hiera algunas sensibilidades, pero espero que no. Por favor, que nadie se dé por aludido.

jueves, 24 de junio de 2010

Verano, naturaleza, parques

Unas pocas fotos hechas por mi ultimamente.








lunes, 21 de junio de 2010

Dieta fastfood

El sábado estuve con unos escoceses que decían que Alemania es el país más americanizado de Europa. Los alemanes que estaban en la sala (y yo mismo) les afeamos el comentario, viniendo precisamente de unos hijos de la Gran Bretaña.

Familia típica según Botero

Aunque no les falta parte de razón. No creo que los alemanes esten americanizados. Sí es cierto que, sobre todo desde que está Merkel de canciller, se van acercando más al modelo capitalista gringo. Pero no iban por ahí los tiros, sino por los restaurantes de comida rápida. Hay McDonalds y BurgerKings a patadas. En las estaciones de S Bahn hay casi siempre uno cerca; ¡en Alexanderplatz hay tres McDonalds! Y no sólo en plan restaurante como los de España, sino pequeños de recoger las hamburguesas y seguir tu camino.

De todos modos, pasan bastante desapercibidos. Porque hay algo mucho peor, una auténtica plaga que encuentras en cada esquina de Berlín. No puedes andar más de 5 minutos sin sentir su olor, sin ver 2 o 3: los kebabs.

¡Y es que hay miles! Cualquiera que haya pasado más de media hora en esta ciudad lo puede asegurar. ¡Están por todas partes! El rollo de "carne" de "cordero" típico, girando alrededor de la parrilla eléctrica, es una imagen grabada a fuego en mi retina por cada vez que sentí el pinchazo del hambre y sólo tenía unas monedas sueltas en el bolsillo.

Porque otra cosa no, pero es barato. Eso le repito a mi organismo cada vez que lo vuelvo a castigar con un kebab. Los precios varían entre los 3 € y el 1'50. Cualquiera que pague más esta siendo timado. Cualquiera que pague menos es un incosciente.

El tamaño del bocadillo es generoso. Le suelen añadir lechuga, cebolla, tomate y pepinillo. Además tienes tres salsas: la blanca, la naranja y la roja. ¿De qué están hechas? Nadie lo sabe, pero la roja pica un poco.

Este plato corona la comida más vendida de Alemania. Les pirran los kebabs a los alemanes; no sólo porque realmente no saben mal, sino porque, según dicen, es un alimento muy completo. Dicen también que fué inventado por un inmigrante turco en Berlín, mientras los turcos aseguran que en Turquía no los venden. 

De todos modos, no solo de kebab vive el hombre. En general, los puestos de kebabs se encuadran en lo que esta gente llama "Imbiss", que traducido al español, sería algo así como tentenpie o comida entre horas. Las tapas alemanas, vamos. Podemos encontrar, además de lo ya mecionado, los chinabox (una caja llena de fideos chinos y cosas indeterminadas), los trozos de pizzas para llevar (genial invento) y las curryburst, segundo pilar alimenticio de la comida basura de Berlín.

Este plato es de lo más sencillo. La genialidad está en servir una Bratburst (salchicha a la parrilla) con ketchup y curry en polvo. Se puede acompañar de un panecillo y/o patatas fritas (con aún más curry). Fue inventado también en Berlín, y está tan ligado a la ciudad, que le abrieron un museo hace poco (¡y cuenta con un simulador de Curryburst!).

Así que ya veis amigos, te puedes poner hasta arriba de comida basura en Berlín. Tal vez los escoceses no iban tan desencaminados. ¿Que habrá ocurrido con la dieta alemana, sana y tradicional?

Por cierto, si comes muchos kebabs, curryburst y bebes mucha cerveza...

¡Esto te pasará!
(Gracias Osama por el retoque)

WG partys. Fiesta gauloises

En alemán a los pisos compartidos se les llama WGs. Ya lo había comentado alguna vez. Y como buenos pisos compartidos de estudiantes, las fiestas están a la orden del día (no solo en Alemania).

Me ahorro comentar de qué van, que todos lo deben de tener ya en la cabeza: alcohol barato, comida rancia, DJ que pone música mala, vecinos quejándose, policía, etc. A mi me encantan, de verdad.

Esta vez voy a hablar de lo que, para mí, ha sido la mejor WG Party en lo que llevo en Berlín. Y se la debo a mi colega Javi.

Este hombre tiene a su disposición los tres elementos clave para hacer las mejores fiestas: un piso en obras, vecinos tolerantes (un puticlub) y un compañero de piso como una regadera. Pero le guardo todo mi respeto, ya que esto fué obra suya.

En casi todos los campus universitarios de Berlín hay un omnipresente puestecillo de publicidad de Gauloises, donde te regalan una cajetilla si rellenas un formulario. Lo que nadie sabía, pero este hombre sí, es que patrocinan fiestas en pisos de estudiantes. El trato: tú organizas un guateque con un mínimo de 60 personas, y ellos te regalan 16 cajas de cerveza (16 x 20 = 320!), una caja de vino, otra de Sec, Red Bull, cigarrillos y ganchitos. Locura garantizada.

El resto está confuso en mi mente. Gente que no paraba de llegar, botellines de cerveza vacíos por doquier, la policía esperando en la puerta a que nos pasaramos de los dB para entrar a desalojar, un tío se adueño de los altavoces y no ponía mas que Hip Hop... Nos amaneció a las 5, y nos volvimos para casa pensando en el pobre Javier y la cantidad de mierda que tendría que limpiar.

Pero se sacó 60 € del Pfann.

Supongo que debería hablar ahora de como son estas fiestas para los alemanes, si son muy diferentes a nosotros, etc. No sabría que decir. Son tan borrachuzos como los españoles. Las fiestas nos hacen iguales a todos.

Y para que nadie se piense que le estoy haciendo publicidad a Gauloises: no me gustan nada esos cigarrillos.

martes, 8 de junio de 2010

Plan A, plan B, plan C...

Voy a tocar un tema que me parece que es como las almorranas, que se sufre en silencio: Los fines de semana mal planeados.

Berlín es considerada una de las capitales europeas de la parranda. No en vano, las compañías de vuelos de bajo coste ofrecen viajes de fin de semana sólo para salir de fiesta: llegas el viernes por la tarde y te vuelves el sábado por la mañana a casa a dormir la mona.

Pero Berlín es grande, muuuuy grande. Y aunque cuente con infinidad de discotecas (clubs les llaman), están dispersas por la ciudad. Yo venía con la mentalidad de Zaragoza, donde caminando vas de una zona de bares a la siguiente, y en cada una hay como 20 para elegir (aunque al final siempre acabes en el mismo garito). Y ya llevo un tiempo aquí, pero sigo sin acostumbrarme a planear la noche.


Como he dicho, las discotecas están dispersas por la ciudad. No dispersas como si te tocara andar 20 minutos para ir de una a la otra, sino que necesitarás una hora y cambiar 3 trenes para moverte. Además, en casi todas has de pagar entrada (que varía entre los 3 y los 12 euros). Bajo estas condiciones, equivocarte de discoteca supone perder una o dos horas, y dejarte una pasta innecesaria. Por ello, antes de salir, se debe hacer un ritual entre el grupo de amigos.

Lo primero, preguntar si alguien ha oído hablar de alguna fiesta/concierto/evento especial esa noche. Hacer algo diferente siempre es bienvenido. En caso negativo, cribar los bares que nos conocemos: manías, fobias, música, colegas de colegas que van, etc. Una vez seleccionados un par de candidatos, se decide y comenta y se hacen dos planes: el A y el B. Esto es importantísimo.

La filosofía del plan A y B nos ha salvado mas de una vez de acabar tirados en medio de la calle y la nieve. ¿Tan complicado es salir de fiesta por Berlín? Tan sólo imagina, querido lector, que es la 1 de la madrugada, llevas 4 (o 6) cervezas en el cuerpo, hacen -15 ºC en la calle (que está llena de nieve) y el bar al que te dirigías está lleno o ese día toca el hijo tonto de alguien y cobran 15 euros de entrada o simplemente no te dejan entrar (este punto se merece otro post).

Las primeras semanas en Berlín era un caos salir de marcha por nuestra cuenta, sin conocer la ciudad ni los sitios a los que ir, siendo guiado por gente que aún tenía menos idea que tú y cosas por el estilo. Ahora ya somos profesionales, o casi. La anécdota del sábado pasado.


Precedentes: Un ex-erasmus de visita. Ganas de revivir la noche Berlinesa. Propone ir a una discoteca: el Watergate, techno a piñon. No nos termina de molar, pero un día es un día. Tenemos plan A. Pero quiere ir temprano. Quedamos para ir a hacer botellada en un parque (¡aquí es legal y no está mal visto!). El plan A pasa a ser B. Empezamos a hablar que con la buena noche que hace estaría mejor estar al aire libre. El Bar 25, a las orillas del río se plantea perfecto. Pero siempre hay mucha cola y no te dejan entrar. Como caído del cielo, me llama Javi y me cuenta que están ahí, que nos cuelan. Genial, tenemos plan C, así que tiramos para allá. Me llama mi colega ex-erasmus, se ha caído del plan el Watergate -no pasa nada, tenemos plan C-.

Llegamos a la puerta, y ¡oh sorpresa! No nos habíamos entendido y resulta que no estaban en ese bar, sino en uno al otro lado de la ciudad. Entrar en el 25 estaba imposible. Improvisamos un plan D sobre la marcha: Maria am Ostbahnhof*. Tiramos para allá, pero no pasamos de la puerta porque una chica que venía con nosotros tenía 17 años (parece mentira que a mis años aún tenga que vivir esas situaciones). ¡No pasa nada! Tenemos más kilómetros que el transiberiano y nos sacamos de la manga un plan E: el Yaam. Este bar de temática Jamaicana tiene una playa artificial a orillas del Spree, y el tiempo invitaba a disfrutar de la luz de la luna. Ahí que nos metimos, y 10 € que nos clavaron.

Y ya hechos tierra, nuestro colega ruso empezó a insistir: tíos, vamos a por el plan F: ¡los irlandeses están en el Weekend! ¡Aún podemos ir a un club!


Al final nos fuimos a casa, que no estábamos para planes F. Nos encontramos a mis compañeros de piso en el McDonalds de la estación. Curiosamente ellos también habían quemado todos los cartuchos anoche y se volvían a casa reventados, sin haber podido entrar en ningún sitio. La noche estaba maldita.

Afortunadamente, no pierdes la sensación de que, después de todo, Berlín no es tan grande y encuentras amigos por casualidad casi todas las noches.


*PD: Para Juanlu y Pablo. Érase una vez tres tíos haciendo interrail que conocieron a unas irlandesas en un albergue, y se las llevaron de fiesta un caluroso domingo 9 de Julio, celebrando la independencia de Argentina. La primera discoteca a la que intentamos entrar estaba cerrada aquella noche. Se llamaba Bar 25. Fuimos a una segunda, pero sólo Juanlu y su Libertad entraron. El resto se quedó fuera, enseñándoles más tacos en español y canciones de los Gandules. Se llamaba Maria am Ostbahnhof.

lunes, 7 de junio de 2010

En la biblioteca

Recientemente me he vuelto a convertir en una rata de biblioteca. Estudiar en casa es bastante aburrido y me distraigo con el vuelo de una mosca. Ir a alguna sala de estudio siempre me ha funcionado para concentrarme, pero si además la biblioteca es chula se convierte en un placer.

Aunque me queda un poco lejos de casa, mi favorita hasta el momento es en la que me encuentro ahora, mientras escribo estas líneas: la Jacob-Wilhem-Grimm-Zentrum de la universidad Humboldt de Berlín. Unas fotos:




domingo, 6 de junio de 2010

Contando

Navegando por internet he encontrado hoy un antiguo blog de emigrantes donde planteaban (allá por marzo de 2007 parece ser) unas cuantas preguntas para gente que vivía fuera del país. Me han parecido interesantes, así que me voy a auto-entrevistar esta vez. Aunque quede un poco egocéntrico.

-¿Cuánto sabías de el país donde estás antes de irte a vivir a él? ¿Era como te lo imaginabas o se derribaron mucho mitos al estar ahí?


Pensé que sabía muchísimo más del país de lo que me imaginaba. Alemania no es ningún país desconocido en España. Su cultura, política, actualidad, historia... son temas corrientes que conviven regularmente con las noticias y los medios de comunicación. Pero los estereotipos pesan, y finalmente derribé prácticamente todos los que me traje. El más anecdótico es que, seguramente por las películas yanquis de espías y de guerra dobladas al español, nos pensamos que los alemanes tienen ese acento tan duro, marcando tanto las consonantes, y en especial la “rr”. Pues resulta que no tienen ese sonido en su idioma y les cuesta horrores pronunciarlo. Paradójicamente el acento alemán está más cerca del francés que del ruso (que por cierto, tampoco tiene nada que ver con el de las películas).

-¿Qué cosa (comida, costumbre, tradición, ley, lugar, etc) de este país te pareció tan buena que te gustaría poder exportarla a tu país natal?

Muchas cosas me gustaría exportar a España. Los políticos podrían estar bien. El otro día, el presidente federal de Alemania, Horst Köhler, dimitió por haber declarado que el motivo de las tropas alemanas en Afganistán es la protección de sus intereses comerciales. Fue muy criticado por ello y dimitió. No me quiero meter acerca de la bondad o maldad de esas declaraciones, pero si en España dimitieran los políticos tras cada declaración polémica, haría tiempo ya que no quedasen suplentes.

También exportaría la filosofía de las ciudades alemanas en cuanto al transporte público. Imaginar un servicio de cercanías, metro, tranvía y autobuses que te llevara rápidamente por toda la ciudad, que la gente realmente usara. Claro que Alemania tiene más dinero para ello, y soñar es gratis. Pero también respetan más a los ciclistas, y eso sí que sería muy positivo en España.

-¿Y a qué cosa no te acostumbrarás nunca?

Los españoles somos famosos por nuestra falta de integración en el extranjero. Me explicaré.

No me acostumbraré jamás a pasar el día sin comer nada más que un bocadillo vegetal/curryburst/café a mediodía y cenar a las 6 de la tarde. No tengo el cuerpo hecho a no comer sentado, caliente, tranquilo y con una mínima sobremesa. Aunque sea la 1. Pocos españoles llevamos bien esto, y nos ven poco integrados por ello.

El clima. El primer invierno lo llevé bastante bien. Aunque cuando llegamos a finales de Marzo el cuerpo me pedía sol y solo había lluvia y más frío. Este segundo invierno ha sido durísimo. No he pasado tanto frío en mi vida. Escribiendo estas lineas celebro los primeros 3 días seguidos con el termómetro por encima de 20 ºC en lo que llevamos de año. Estamos a 6 de Junio.

No me acostumbraré al pan negro ni al agua con gas. Jamás. Y lo he intentado, que conste.


Bonus track: ¿Qué cosa a la que pensaste que jamás te acostumbrarías, ahora te parece de lo más natural y no podrías vivir sin ella?

Que nadie me tache de sieso por esto por favor. En los bares, los restaurantes, en el metro, por la calle... La gente habla bajito para no molestar a los demás. Al principio los tachábamos de sosos, porque parecía que los españoles eramos los únicos que hablábamos. Y sin darme cuenta me acostumbré, y empecé a no hablar tan alto, a no levantar la voz nunca. Ahora cuando vuelvo a España las conversaciones de las otras mesas se me mezclan con la mía y me agobia tener que gritar para que me oigan hasta en el autobús.

Supongo que cuando vuelva a España definitivamente tardaré en “desalemanizarme”. Ya voy pidiendo paciencia conmigo.