martes, 5 de mayo de 2009

Palacio de Charlottenburg

El otro día fui a darme un paseo por el Palacio de Charlottenburg. Mientras andaba entre flores y tías en bikini tomando el sol me acordé de cuando estuve aquí, hace ya casi dos años. Volvamos atrás en el tiempo.

Julio de 2007. Viaje de Interrail con el Presi y Pablo, que sigue aguantando las boludeces de Juanlu con estoica paciencia. Nuestra tercera ciudad de visita: Berlín. Durante el día de ayer nos dedicamos a andar por los sitios más turísticos de la ciudad como la Puerta de Branderburgo y el Reigstag. Hoy hemos estado dando una vuelta por el Charlie Checkpoint con unas chicas que conocimos ayer irlandesas muy majas y luego fuimos al palacio de Charlottenburg, ya que Pablo insiste en que es una de las joyas de la ciudad.

El palacio fue construido a finales del siglo XVII por encargo de Sophie Charlotte, esposa del príncipe Federico III. Decidió hacerse un chalecito de medio kilómetro de largo para ir en verano a saber a qué, pero nada bueno seguro. Durante la segunda guerra mundial se quedó un poco tocado por las bombas, pero fue reconstruido por los ingleses, ya que les quedaba en su zona. El complejo cuenta con el palacio en sí, el jardín real, un lago (sin monstruo) y el belvedere, que por más vueltas que dimos no lo encontramos. También tiene alguna que otra cripta por ahí para que no se les escapen los zombis.

Y nada, por allí nos dimos una vuelta mientras Juanlu iba pensando en usos para el lugar si al final se decidía a conquistar Alemania. Estaba emocionadico el pobre. Yo mientras me volvía loco porque había perdido el mapa que llevaba y no estaba muy seguro de cómo volver al albergue. Casualmente, al irnos del sitio, volvimos a pasar delante de la fachada en la que nos estuvimos haciendo fotos y encontramos el mapa en el suelo. Son tan honrados los alemanes que ni viendo un mapa usado en el suelo se lo llevan.

Fue un gran día, pero unos elegidos sabíamos que lo mejor de aquel día estaba por llegar al caer el sol.

1 comentario:

Jota dijo...

snif, snif... que recuerdos tan entrañables